Vassilis Spanoulis está mayor. Sí, lo vamos a ir soltando en frío y sin muchos rodeos. Es verdad que su figura tiene tanto de admiración y mito que resulta imposible tan siquiera hacerse a la idea. Y no es cuestión de esta temporada. Olympiacos y su entrenador Sfairopoulos lo saben perfectamente, ellos serán en Mayo lo que quiera Kill Bill. Por eso llevamos tres años en los que en Invierno nos olvidamos de su figura, que dicen lesionada, mientras que nos acostumbramos a un Oly menor, menos coordinado, en construcción, que parece mantenerse arriba arañando las paredes de la clasificación.
Pero otro año pasa, Spanoulis todavía no ha debutado y ahí están. ¿Por qué razón? Porque a veces un club de baloncesto es más sencillo que la pasión, los nervios y las prisas. Es tan fácil (y tan jodido) como marcar una hoja de ruta y si la suerte también acompaña, seguirla hasta el final. Porque será la clave del éxito. ¿Y cuál es esa hoja de ruta?.
Como bien hemos dicho, V-Span no está para el invierno sino para la primavera. Es por ello que Sfairopoulos ha tenido una obsesión los últimos tres años: conseguir para el exterior una amalgama de jugadores que suplan todo lo que puede dar el capitán heleno. Alguien que dirija, alguien que anote desde el exterior y alguien que pueda alternar el liderazgo. En unos años hemos visto a Daniel Hackett (Brose), Ioannis Athinaiou (Aris), Erick Green (Valencia), Johson-Odom (Cremona), Matt Lojeski (Panathinaikos), DJ Strawberry (Besiktas)… Y paramos porque no es cuestión de llenar todo de nombres. Un conjunto de buenos defensas, buenos tiradores, directores de juego, buenos asistentes o jugadores rápidos de mayor contacto físico. Y sí, todo ello desde que se fue el que de verdad suplia por sí mismo todas esas carencias: Kostas Sloukas.
Con Mantzaris supliendo el vacío de Sloukas, ¿cómo aguantar el Invierno para disfrutar de la Primavera? Su nombre es Jānis Strēlnieks. Apenas nos habíamos adentrado en el verano y Olympiacos ya había decidido que su hombre sería el director letón que era el líder del sorprendente Brose Bamberg de Trinchieri. Tres años en el conjunto alemán siendo el anotador en los momentos decisivos, el asistente del jugador clave, el primero en defender y el último en ser aplaudido. Porque Jānis era el ídolo.
Así pues las dudas en El Pireo eran mínimas. Si las posibilidades en el mercado parecen amplias, no lo eran para los franjirrojos. Y su hombre tardó apenas horas en firmar un contrato para ser Spanoulis hasta que Spanoulis quiera. Pero es más, ser Lojeski cuando juegue al lado del capitán, ser profesional y decisivo como lo ha sido a un nivel menor.
Porque Jānis Strēlnieks es uno de los mejores jugadores de la competición, pero a sus 28 años podríamos decir sin temor a la equivocación que nunca ha tenido una oportunidad real de competir al máximo nivel. Quizá la más real fue con la selección de Letonia este último Eurobasket, pero a la decepción de la derrota se le suma que, quizá, era pronto para la generación Porzingis. Faltaba jerarquía y Strēlnieks fue extrañamente un peón cuando debía ser un caballero.
Es cierto que por Grecia el pívot Milutinov se está asentado finalmente en la zona. Ha costado dos años de curtir a palos -El Pireo no es una grada condescendiente pero agradece lo exigido-. Printezis agradece la descarga de responsabilidad que sumado a Mclean suman minutos con grandes resultados para Sfairopoulos.
Pero hablamos de que Spanoulis, sí, no está. Y Jānis Strēlnieks se convirtió en lo que se esperaba. Si bien es cierto que nunca se le consideró un base al uso, un auténtico director de juego, su exquisito manejo del balón sumado a una inteligencia mayor a la media le otorgan espacio en la dirección tanto como a Spanoulis, que recordemos que funciona más como escolta. Llámenlo baloncesto moderno, justifiquen como quieran, pero jugar sin una dirección clara parece funcionar en un equipo que suele juntar tres conductores en el mismo tren.
Pero es que el letón está anotando en los momentos más importantes: en la victoria contra Panathinaikos (18 puntos) o en la obtenida ante Fenerbahçe (16 puntos). Está tirando de tres con mayor acierto que en toda su carrera (18/37, 48’6%) y viene de sumarle casi cinco asistencias por partido en las últimas semanas.
Un triplista seguro para alguien que adoraba a Raimonds Miglinieks, un tirador letón que llegó a jugar en el CSKA Moscow a principios de siglo. Pero que desde Alemania ya advertía de su condición como jugador: “desde siempre los letones han sido buenos lanzadores de tres puntos, yo intento practicar lo máximo posible pero sobretodo el resto de cosas que puedo hacer como pasar, penetrar, defender … Hay muchas cosas en las que puedo trabajar”. Y señalaba que no sólo Miglinieks era su reflejo: “me fijo en gente como Spanoulis o Diamantidis, me gusta la autoconfianza que desprenden”.
La autoconfianza. En otras palabras, el liderazgo. un jugador que lo tiene y que sólo tiene que explotarlo, quizá, en uno de los mejores escenarios posibles. Hablamos de uno de los mejores movimientos de este Verano. Una estrella acostumbrada a la sombra del buen trabajo.
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