Dueño de una sombra. No acostumbrado a exhibir su figura de cualquier manera, aunque sólo sea para decir que el partido fue bien. Hombre callado, escueto. No tiene grandes entrevistas, ni muchos artículos escritos sobre él. Entrevistas, las justas. Y ruedas de prensa quizá las de después de los partidos, si es que se le reclama.
Como decimos, Nikola Milutinov (Novi Sad, 1994) es dueño de una sombra. Aquella que acostumbra a estar desde que fue denominado uno de los mejores proyectos que salían del baloncesto serbio. La sombra de debutar en la Copa de Europa con su Partizan de Belgrado un 12 de Octubre, con tan sólo 18 años. Con Bogdan Bogdanovic, Davis Bertans, Vladimir Lucic y Teo Westermann en la pista.
Pero no nos engañemos, siempre fue una sombra fingida. Ni para bien, ni para mal. Es la sombra, tan poco practicada en este loco mundo del deporte, de la paciencia. Y mira que debutar en todo un Partizan ganando la Liga Adriática y la Liga Serbia al Estrella Roja no es algo que pase todos los días. Quién lo diría hoy.
Sus 213 centímetros llamaron rápido la atención, más que sus números. Aseado, buenos movimientos al poste, intimidación y una disposición bastante clásica en la zona le convirtió en un nombre subrayado en las agendas de muchos clubes europeos. Como es evidente. Pero también en los Estados Unidos.
No es novedad que doña NBA está siempre ávida de buenos y muy altos pívots, y él era uno de los más completos de su generación. Tras dos años saliendo de la pubertad en la Euroleague con Partizan, deslumbraba algo más en Eurocup, donde fue acostumbrándose al calor y fuerza de los rivales. Y donde muchos le veían ideal para ponerle un chalet en la zona de su equipo.
Pero, ¿cómo un pívot que apenas llegaba al 45% de acierto en el tiro y que apenas taponaba podría tener tanto mercado? Bueno, con 20 años compitiendo a tan alto nivel ya señalan lo que tanto nos gusta: imaginar el futuro. Como ese futuro que disfrutamos con Doncic sin darnos cuenta de lo bonito que es el presente, el que imaginamos en otros tantos jugadores, con él no iba a ser diferente.
Han pasado tres años desde que en el Verano de 2015, los San Antonio Spurs le escogiesen con su pick 26. El año en que los Knicks se decidieron por Porzingis y por Willy Hernangómez, elegido nueve puestos por debajo de nuestro protagonista.
Y ese mismo Verano, la más difícil: ¿dónde crecer en Europa? Turquía le tiraba el dinero en la cara pero decidió al devorador de Final Four. Un sitio para crecer, sí. Pero también para añadir tal punto de competitividad y exigencia que hasta parece haberle frenado. Quizá por lo que proyecta un hombre tan alto y tan joven en nuestras imaginaciones más optimistas, sin darnos cuenta de que era una sombra en la que Milutinov callaría y trabajaría para no acortar ningún plazo, sino cumplirlos.
Consciente de su saber aquí, en uno de los mejores equipos de Europa, renueva en su tercer año en Olympiacos. Sfairopoulos sólo puede elogiar el trabajo de un hombre en el que durante dos años ha parecido estar falto de confianza. Del que nos olvidamos que ahora, por fin, a sus 23 años está jugando 20 minutos por partido con todo un Olympiacos, una de las pinturas más competitivas del Continente, y promediando más de 8 puntos, 5 rebotes y hasta 12 de valoración. Juventud. Pero sobretodo lo más importante, trabajo y paciencia.
Llegará su tiempo. O no, quién sabe. Eso es cosa de los que tienen que planificar. Pero lo que sí es cierto es que Nikola Milutinov a día de hoy es uno de los pívots que más paciencia han puesto a la locura competitiva. Muchas veces desahuciado en el banquillo, donde muchos le creían perdido sin recordar su edad. Sin tener en cuenta la transición que de estilo que ha obligado a hacer a Olympiacos, acostumbrados a pívots rápidos y muy móviles, como Hunter, Dunston, Hines, Young.
Y ahí le tenemos a él. Los noventa en pleno siglo XXI. Alto, fuerte, de pies cerca del aro y brazos en alto. Si mejora su ataque o su timing defensivo podrá ser uno de los mejores. De momento seguirá siendo un proyecto. Seguro que mientras escribimos, en la sombra, esa de la que es dueño, lo está trabajando con toda la calma del mundo. La que sabe que le da el trabajo de los últimos cinco años. Mientras Printezis le susurra cómo se ganan partidos y él se imagina llegando adonde lo hizo su ídolo Vlade Divac.
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