“We see things they´ll never see/You and I are gonna live forever” (Oasis)
Noel Gallagher dijo una vez: “Para los chicos de 16 años, nosotros representamos muchísimo. Somos sus Beatles, de la misma manera que los Smiths o los Jam fueron los míos”.
Para los que en el año 95 presenciábamos cómo un lituano, un norteamericano, un hispano-soviético y varios españoles birlaban el trono del Olimpo europeo a aquellos semidioses vestidos de rojo, Zaragoza era Liverpool y el “Príncipe Felipe”, Abbey Road. Baloncesto a 45 revoluciones por minuto grabado en los surcos de la zona por unos jóvenes-viejos rockeros que, aquel día, supieron que vivirían para siempre.
Casi veinte años después, cuando el “Brit-pop” yace enterrado por los disc-jockeys, Paul McCartney acude a fiestas del brazo de Yoko Ono y vuelven los vinilos, Milán vuelve a ser un paso de cebra en el que la imagen congelada en el tiempo de los quince de Zaragoza, que fueron los Beatles de la generación del 70, vuelve a la vida en un pase por la espalda del “Chacho”, un tiro desde la esquina de Niko o una entrada a canasta de Rudy.
Porque, aunque no lo sepan todavía, la eternidad les espera tras la última bocina.
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