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Esta última edición de la Copa no sólo pasará a la historia como la primera vez que un mismo equipo – en este caso nuestro querido Real Madrid Baloncesto – consigue levantar dicho trofeo por cuarta vez consecutiva desde que se adoptó el actual formato de competición, sino también por ser el torneo que encumbró – por si algún ávido lector todavía tenía serias dudas – a Sergio Llull como el jugador más importante de los últimos 25 años en la sección madridista además de su reafirmación absoluta como líder tanto anímica como deportivamente para este maravilloso grupo de jugadores.

Para entendernos, el base menorquín representa para las nuevas generaciones de madridistas de la canasta lo mismo que en su día representó para nuestros padres Fernando Martín en la década de los ochenta o Carmelo Cabrera para los aficionados más veteranos. La lucha, la valentía – incluso temeridad en algunos momentos – y la testosterona necesaria para asumir la responsabilidad cuando más tiembla la muñeca así como las críticas y reproches cuando el resultado no es del todo satisfactorio.

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Pero este nuevo título copero del Real Madrid Baloncesto no sólo se recordará en el imaginario colectivo madridista por el protagonismo de Sergio Llull en los momentos cruciales del torneo – desde el famoso “Campo atrás” contra Andorra que oposita muy fuerte para convertirse en el nuevo slogan antimadridista “cool” del año hasta sus 8 puntos consecutivos contra Valencia Basket en los últimos instantes de la final o incluso la eufórica celebración del pase a la final tras vencer al Baskonia en semis – sino también por la asunción perfecta de roles de todos los jugadores del equipo a lo largo del torneo.

Si existía algún hater de Anthony Randolph – alguno hay – escondido entre la erudita afición blanca, su espectacular exhibición en cada uno de los tres encuentros disputados en Vitoria le habrá hecho reflexionar con la almohada durante estas últimas noches de resaca copera. El ala-pívot americano, junto al “nene” Luka Doncic y al MVP Llull, han sido los tres mejores jugadores del Real Madrid durante todo el fin de semana.

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Además, la defensa de Draper en algunos tramos de la final, tras no haber disputado ni un solo minuto ni en cuartos de final – bueno, vale, 3 segundos –  ni en semis. La fe contagiosa de Nocioni cuando teníamos pie y medio fuera ante Andorra. El oficio bajo los tableros de Gustavo Ayón cuando los pívots del Valencia Basket más apretaban el marcador en el tercer cuarto. O el rol defensivo infatigable que asumió Jeff Taylor durante todo el torneo. Todos han aportado su granito de arena para cosechar un nuevo título más para la sección de baloncesto del Real Madrid. Y todos ellos dirigidos por Pablo Laso, artífice indiscutible de la enorme química del vestuario y que a base de títulos se ha sabido ganar, desde la humildad, el cariño y respeto de su propia afición.

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Tampoco nos debemos olvidar del grandísimo papel que han culminado los pequeños de la cantera, proclamándose campeones de la MiniCopa ACB por quinta vez consecutiva y teniendo que sufrir actitudes y comportamientos muy poco deportivos por parte de algunos aficionados y familiares que asistieron a los partidos. A este respecto suscribo las palabras que ha escrito nuestro compañero Dani Benavides en Madridista Real, “si un jugador debe recibir una burla porque falla una canasta que sea en la edad en la que ya está preparado mentalmente para ello. No antes. Sobre todo porque la mayor parte de los niños que estaban hoy en Vitoria no llegarán a dedicarse al baloncesto como profesión y se incorporarán a la sociedad como individuos y, ante todo, nadie querrá que cuando así sea, no sepan comportarse, y reproduzcan los comportamientos de los que alguna vez fueron objeto”. Amén.

En definitiva, la vigésimo séptima Copa del Rey es un título que debemos disfrutar y celebrar como se merece, sobre todo tras el ambiente tan poco agradable que han sufrido nuestros aficionados en Vitoria. Pero no nos engañemos, este equipo tiene marcadas en rojo cotas más altas en el calendario: lograr un segundo título de Euroliga y cosechar otro entorchado liguero.

Muchas gracias a las siete aficiones del Buesa Arena que cantaron al unísono “era campo atrás” durante los 4 días de competición. Sin ustedes, conquistar otro título copero hubiese sido muchísimo más difícil en cuanto al aspecto motivacional del equipo se refiere. Se agradece. Este viernes, el Palacio de Deportes se pondrá de gala para entonar tal edificante cántico. Preparen sus camisetas

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#EraCampoAtrás #HalaMadrid!

Brais Iglesias Castro @Bricepinkfloyd

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Escrito por
Brais Iglesias Castro - Director

Siguiendo al Real Madrid Baloncesto desde la temporada 1999-2000. Co-autor de los libros "Historias del Real Madrid de Baloncesto" y "Nuestra Novena". El talento siempre por delante. Y Dua Lipa. No me gustan los jugadores tribuneros. Ni la turra folkie.

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