Diecinueve puntos y cinco rebotes. Cuatro triples anotados de seis intentos para los 22 puntos de valoración finales. Fue el mejor partido de Adrien Moerman en lo que llevamos de temporada… en Madrid. Un partido que se llevó el Barcelona en ACB y que parecía calmar el proyecto de Sito Alonso en la capital catalana.
El ala pívot francés conseguía no sólo su mejor marca anotadora en la liga española, sino además mostrar aquél jugador que pudimos apreciar en los primeros compases de la Copa de Europa del año pasado. En las filas del Darussafaka de David Blatt conseguía aportar desde el exterior con cierta solidez a la par que asentaba su juego en dos nuevos pilares que quizá le venían faltando: presencia en la zona y aptitud defensiva.
Porque Adrien Rene Moerman (Fontenay aux Roses, 1988) no es nuevo. Hablamos de un jugador que casi ha cambiado de equipo por año desde 2011 aunque con una constante de tres países: Francia, España y Turquía.
Debutó en Euroleague con el SLUC Nancy de Nico Batum, donde se enfrentaría a Bilbao Basket en muy buenas actuaciones que le llevaron a la capital vizcaína un año después. Una ACB que le pillaba quizá algo jóven, saliendo por primera vez de Francia. Y una etapa mala en la que los problemas económicos le traían más de cabeza a la entidad que el propio baloncesto.
Pero aquél equipo, entre denuncias de impago, desavenencias de jugadores con la entonces directiva -Rakovic-, disputó toda una final de Eurocup. Quizá el momento cumbre de la caída actual. Un equipo que perdió una final ante el Lokomotiv de Calathes y Hendrix. Y en el cuál Moerman siempre cumplió, a la sombra de Hervelle y Hamilton. Un jugador trabajador, quizá algo tímido, más callado y por tanto imperceptible para los que sólo entienden a gritos.
Volvió a Francia y volvió a la máxima competición europea de la mano del Limoges. Entonces parecía perder parte de progresión: si bien tenía actitud en el rebote, parecía ser un jugador irregular, que tampoco se desenvolvió bien en la pintura y que se acomodaba en la línea de tres.
Pero entonces llegó el proyecto de su carrera: Banvit. Turquía se hacía grande en dinero y equipos de segunda fila a los Anadolu Efes o Fenerbahçe ponían sus ojos en jugadores que hiciesen equipo. Y Moerman fue una apuesta para asaltar Eurocup. 13’7 puntos por partido y 8’6 rebotes para unos porcentajes increíbles de tiro le convertían en alguien a tener en cuenta. Ese jugador que apuntaba maneras en Francia y Bilbao parecía haber dado un paso más. Anotaba desde fuera, sí. Y rondando siempre el 40% de acierto, lo cual es un dato muy bueno. Pero por fin lo hacía por dentro. Buena carga del rebote, cuerpo solvente para pegarse con gente más alta que sus 201 centímetros. Y entonces llegó David Blatt y le sugirió para su Darussafaka Dogus.
Adrien sería ya un jugador que se quedaría en la Copa de Europa. Y encima podía volver a la ACB de manos de un F.C. Barcelona que intentando cambiar media plantilla quiere cambiar su actuación del año pasado.
De momento el francés está en un punto irregular, como el equipo. Quizá esa incertidumbre en el juego en la que no se sabe muy bien si el peso ofensivo va hacia adentro o hacia afuera esté aniquilando su verdadero valor.
Pero aquí ya le conocemos: asesino exterior pero capaz de dar un buen culazo en la zona. Reboteador y generador de espacio. Su constancia quizá es su buen comportamiento, la de una mirada triste que asegura perseverancia. Timidez, sí. Pero que ya ha demostrado en Madrid que los retos no le esconden.
Porque Adrien Moerman está muy bien siendo un nombre de la Euroleague. Pero tiene un pequeño hueco en el corazón: formar parte de “Les Bleus”. Una selección en la que ya son criticados sus compañeros Heurtel y Seraphin y en la que el ala pívot no pudo participar por una pequeña tendinitis en la rodilla. Quizá es el momento de dar otro salto más. Y para Adrien estos partidos son los que más utiliza para gritar, aunque sea bajito. Jugando.
https://youtu.be/MWe9t_2YKLo
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