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Los nombres de la Euroleague | Alen Omić: cuando tus brazos no alcanzan el futuro.

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Mucho tenemos que pensar para encontrar un jugador en la escena europea que sea capaz de recibir tantas alabanzas y apenas poder transmitirlas cuando se encuentra en pista. Y si me apuran, de aparecer periódicamente en los medios con cuestiones que son en cierta manera remotas a la pelota naranja.

Alen Omić recaló en Belgrado para jugar en Estrella Roja. Natural de Tuzla (Bosnia y Herzegovina, 1992) pero de nacionalidad eslovena, elegía un destino controvertido. ¿Por qué? Imagino que el lector ya está familiarizado con el suceso que vivía nuestro protagonista el pasado 26 de Enero en el Aleksandar Nikolic Hall de Belgrado. El pívot esloveno (2’16 m.) rescindía su contrato con Hapoel Jerusalem y debutaba con Estrella Roja ante Olympiacos. Desde fuera se veía la nueva oportunidad en la máxima competición europea para alguien de quien se escribió futuro. Pero desde dentro, en la grada, ‘Delije’ -grupo de animación del equipo serbio- desplegaba una pancarta dirigida a él: “bosnios, musulmanes y croatas no son nuestros hermanos”

Alen Omic en su debut con Estrella Roja en la Euroleague 17-18, ante Olympiacos

Como es obvio, esto no quedó en anécdota. Si bien desde prensa se señaló a una grada anclada en el rencor y el pasado, el mismo pabellón chocaba en dos posturas totalmente opuestas. La mitad ultra repartía panfletos señalando que no volverían a la grada «mientras éste jugador se encuentre en el club«. El resto del pabellón reprochaba ésta actitud con abucheos. Cuando los jugadores tornaban al rincón donde se encuentran los ultras para aplaudir su animación, un ritual en cada partido de Estrella Roja, éstos mostraban la pancarta. Alen Omić, recién estrenado en competición con 6 puntos y 6 rebotes que ayudaron a vencer al gigante griego (89-78), miraba incrédulo. Él no aplaudía. El resto del equipo, sí. Mitad de la grada abucheaba. En un momento dado y tras una gran victoria en un año tirando a malo, los gritos de ‘Crvena Zvezda‘ daban paso a otro que situaba el punto del partido en otro: «¡OMIC!, ¡OMIC!«.

Quién siga el baloncesto europeo con asiduidad ya conoce al interior esloveno. Pero quien no lo tenga muy presente, quizá su reacción posterior le sirva para hacerse una idea. Cuando Estrella Roja encaminaba hacia vestuarios, él aceleró hacia el túnel, separándose del grupo y aplaudiendo a la grada contraria. La que no tenía ningún tifo discriminatorio, aquella que en aquél momento humillante y degradante para cualquier persona, acudió al auxilio dando gritos de ánimo. Quizá aquellos que aparcan el odio para disfrutar del baloncesto y saben que en Omić pueden estar tres buenos años de baloncesto en la capital serbia.

No hablamos de un jugador reservado, tímido, ni que pase desapercibido. Es un jugador de carácter. No hablamos de que dicho carácter esté bien o mal llevado. De hecho su primer año en ACB fue cuanto menos un tanto controvertido. Ese carácter llevado al límite le hizo ser un jugador del que nadie quería saber nada. Gesticulando al rival en todo momento, golpes constantes a sus contrarios, encarándose por canastas… cayendo mal, en definitiva. Peleas con Henk Norel, piques con Slezas, golpes en el pecho ante Ante Tomic. Pronto todo eso lo escondía su explosividad. Estaba en construcción un pívot rápido y capaz de anotar con regularidad. Si quizá tuviera más envergadura podría tener más espacio en la zona, coger más rebotes.

Eso no frenó a un Anadolu Efes que necesitaba crear un juego interior que hiciera olvidar a Saric, Krstic o Tyus cuanto antes. Pero el proyecto nunca terminó de arrancar con Omić en pista. «No tiene brazos» era su mantra particular. Poca envergadura para dominar la zona en Euroleague. Jugar como un cuatro normal pero demasiado pesado, sin poder llegar a dominar la zona como un interior puro. Perasovic no confió en ningún momento en el esloveno que pronto buscó sitio en otro lado: Unicaja Málaga. Eurocup. Momento para ser importante.

Dani Díez y Alen Omić, Unicaja Málaga, el día que ganaron la Eurocup ante Valencia Basket.

Y vaya que lo fue. Otra vez más sus actos eran descritos con más fervor que sus cualidades como jugador de baloncesto. Si bien Plaza consiguió convertirle en un jugador útil. Y quizá un año dentro de la convulsa Turquía le hacían frenar su comportamiento desenfrenado en pista <<en los últimos años ha habido una gran cantidad de ataques terroristas (…) nunca sabes lo que te puede suceder. Esto te hace pensar» (Gigantes, 14-01-17). 

Llegaba la final de Eurocup contra Valencia. Título y pase para Euroleague. Cuando quedaba poco para el final y a Unicaja se le estaba escapando la final, Omić se convertiría en el actor principal del encuentro con dos acciones que pasaron a la narrativa de mil ojos que vieron aquella final. La primera, el esloveno corregía al árbitro un fuera de banda que había pitado a favor del equipo malagueño: «La he tocado yo, árbitro«, se le leían los labios a cámara. Mientras en los minutos posteriores se extendía por las redes la deportividad que desprendía esa jugada, Alen, en el banquillo, saltaba a cancha para separar un conato de pelea entre Rafa Martínez y Nedovic. «¿Cómo lo expulsan si ha ido a separar?» Ningún jugador que esté en el banquillo puede interceder en cancha. Aunque sea para separar a los jugadores. Quizá una norma injusta en aquél preciso momento. Una norma que en todo caso un profesional tenía que tener presente. Expulsión y el Unicaja Málaga, armado de coraje por aquél incidente se terminaría llevando la final.

El dinero le llevó a Israel y ahora intenta sobreponerse a ese sector que no le quiere en su propio equipo. Un tipo peculiar, alguien cuya excitación jugando le ha llevado a ser odiado por muchos, perdonado quizá por una gran parte, venerado por los que le ven un ejemplo hoy en día. Buen reboteador de instinto, rápido en el bloqueo y continuación, inconstante en su marca, a veces faltón. Alguien a quien tanto hablado quizá le minusvalore su percepción en pista. Quizá esperando que llegue un futuro que no termina de alcanzar, quizá porque tienen razón y sus brazos son un poco cortos.

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