Croacia, Israel, Italia, Grecia, España y… la NBA. Cuando miramos por encima el recorrido de alguien como Mike James lo hacemos con la sapiencia de ser alguien con la maleta a cuestas y con la dificultad de instalarse durante mucho tiempo en algún sitio. Nos habla, quizá, de alguien impulsivo que busca en todo momento una vía de escape, un nuevo reto, algo que de verdad le motive.
Y claro, resulta que un Mike James que ha promediado casi 10 puntos por partido con los Phoenix Suns y 3’5 asistencias decide abandonar la NBA y terminar la temporada en Grecia. ¿Lo vio venir alguien? Él.
Sus actuaciones en Estados Unidos fueron muy, muy buenas. Así cuando Devin Booker no podía jugar por lesión y el equipo de Arizona sacaba al famoso tanque del garaje -para irse al fondo de la clasificación y optar a una buena posición al draft- el balón le llegó a James para no soltarlo: “Los entrenadores me han dicho que esta noche fuese más agresivo, que intentase anotar un poco más. Y he intentado hacerlo”.
26 puntos, 7 asistencias y 5 rebotes.
¿Estaba preparado para la NBA? Pues parece que sí. Y no sólo por este partido ante Minnesota Timberwolves con su equipo lleno de lesiones importantes. Había conseguido cierta regularidad anotadora, su físico era capaz de competir contra los bases de la competición y en definitiva sus minutos se los había ganado. Se convertía, además, en el primer jugador en tener un contrato dual en la historia de la NBA. Los Suns le querían.
Pero.
En este Mike James jugador siempre ha habido un halo de jugador imprevisible tanto para el rival como para el propio equipo. Esa etiqueta de YOLO -“you only live once”, sólo vives una vez- que se le pone no deja de estar justificada: sube el balón y como si el cuerpo sufriera una descarga eléctrica corre hacia canasta sin tener un bloqueo preparado, tira desde fuera sin que nadie esté posicionado para el rebote, se inventa un pase sin que el alero haya terminado de salir del bloqueo. Eso le ocasiona pérdidas y desesperación de compañeros, técnicos, grada. Él. Pero cuando lo repite una y otra vez consigue que esa grada comprenda que en el riesgo de su juego reside su éxito. Imprevisible para el rival si el propio equipo le comprende. Alguien especial.
Hablamos de ese jugador al que le vas a dar el balón porque te dará un partido, un campeonato. Alguien diferente, alguien que es capaz de pensar en dos jugadas a la vez y que por eso muchas veces fallará… porque sólo se vive una vez.
En un giro inesperado ha dado carpetazo a los Suns y al F.C. Barcelona para terminar volviendo a Grecia, a Panathinaikos. Parece que jugar a perder, por mucho contrato en la NBA que pueda conseguir este final de temporada, no es interesante para él -aunque parezca plato de gusto para muchos otros-. Viene a Grecia a ganar.
El Panathinaikos de Xavi Pascual vuelve por donde fue hace años. Se trata de competir. Y añadir Mike James a una rotación corta pero muy fuerte de jugadores les convertirá en un rival muy duro, también para el Real Madrid que trata de conseguir uno de los primeros cuatro puestos. Acompañará a un gran Calathes, convertirá a Pappas en un especialista de momentos concretos del juego, como a Lojeski. Incluso a Lekavicius. Y sobretodo puede formar una dupla más que interesante con Chris Singleton.
Forman un equipo físico, capaz de anotar desde el exterior, atosigar en defensa y correr al ataque, jugar más lento y mover la pelota. En definitiva, será un equipo muy Pascual. Y en este contexto Mike James parece un jugador idóneo.
¿Sigue siendo un loco? No tanto como arriesgado. Y quien juega con riesgo intentará sorprender con la victoria final. Mike “yolo” James es un tío especial, alguien que es capaz de aparcar la NBA porque quiere ser campeón e ídolo verde. Que nos quiere demostrar una y otra vez lo especial que es. Y eso por sí sólo ya merece que dejemos un ojo con la competición y otro con él.
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