Ya es una costumbre que cada vez que el Real Madrid juegue partido los ojos se vayan directamente al pivot rival. El efecto Tavares le llaman. Y ese efecto aprieta cuando la torre caboverdiana realiza partidos como contra Unicaja Málaga, dominante. El Real Madrid es una plantilla enorme, con multitud de claves que al fin y al cabo es la que le hacen ser aspirante… o que leches aspirante: ser la actual campeona de Europa.
Pero, claro, el alto tiene esa circunstancia evidente: sobresalir del resto. Y como decimos ese efecto tiene una consecuencia directa: abrir la web, meterse en la página de Euroleague, ir cribando la plantilla de Darussafaka y llegar al 50, Eric. Míticos como Savas tendrán que compartir espacio y fe con el interior nigeriano.
Micheal Eric (Lagos, Nigeria, 1988) creció hablando de fútbol y de Olajuwon. Sí, como leen. Su padre entrenaba a un pequeño equipo de jóvenes entre los que destacaba por espigado su portero, posterior cisne, bailarín y artista baloncestístico: Hakeem Olajuwon. Anécdota que le contaba a Micheal una y otra vez fotografía en mano mientras que aquél portero deslumbraba al mundo entero desde Houston. Los dos anillos que ganó le pillaban a Eric sin llegar a los 10 años pero plenamente consciente. No tenía otra que admirar a su padre.
Era su padre el que había entrenado a Olajuwon, jugador de fútbol. ¿Olajuwon? Seguro que era un cuento, una especie de santo nigeriano que asombraba al mundo y salía en los periódicos. Probablemente una leyenda, un mito o un ser inventado para que niños como él vieran cómo un portero de fútbol de Lagos termina dominando como pivot en la NBA.
Para Eric se tenían otros planes. Él sería apartado del mundo del deporte para centrarse única y exclusivamente en su educación: <<en Lagos se apuesta muy duro por la educación en ciencia porque se considera que es la verdadera clave del éxito>>, respondía una vez. Y ahí tenemos a un pequeño que soñaba con convertirse en doctor. No es de extrañar en Lagos, considerada no sólo puntal de África sino una de las ciudades que más crecen del mundo.
Pero claro, Eric también creció. Y creció y creció y creció. Y fue a Estados Unidos y a partir de ahí el sueño de doctor se apartó por un momento: le querían en Temple para convertirse en jugador de baloncesto, como Hakeem. Y claro, tocar el primer balón de baloncesto con 16 años no era inconveniente para alguien educado por un verdadero entrenador y con una educación disciplinada.
Eric llegaría a llamar tanto la atención por su físico que atrajo las miradas de la NBA. Igual sin los fundamentos técnicos de tantos compañeros que le sacaban años de práctica, él tenía un campo de mejora brutal. Sin ir más lejos, el mismo Byron Scott cuando entrenaba a los Cavs le veía en su proyecto y creía que su potencial le situaba por encima de jugadores como Samardo Samuels o Manny Harris.
No sería elegido en el draft por cuestión de mala suerte en forma de lesión. Y quizá su físico fue su mayor freno en su carrera americana: faltó desarrollo técnico para sobrevivir. Después de muchos años intentando crecer para alguien que empezó jugando tan tarde, llegaba el momento, quizá, de probar otras cosas.
Igor Mintegia, adjunto a la dirección deportiva de Bilbao Basket, le echó un ojo: aquél nigeriano que parecía un tanque y saltaba como un canguro tenía que ser especial en ACB. Y vaya que lo fue: promediando 10 puntos, 5 rebotes y sobre todo siendo frecuente su aparición en los highlights semanales llamó la atención de los grandes del país. FC Barcelona, Unicaja Málaga, Valencia Basket o Baskonia llamaron a su puerta. Quizá era su momento de encontrar a ese Eric que fuera una roca de un proyecto enorme. Y él decidió que ese destino le situaba en Turquía y Darussafaka.
Campeón de la Eurocup como especialista en un equipo que jugaba por fuera y dentro necesitaban músculo y rebote. Ese es el Eric que a día de hoy nos encontraremos. En un equipo que ha perdido gran parte de sus referentes y que por dentro necesitará de su fortaleza.
Porque Eric es eso: fuerza, jugador atlético, alguien que con el aro delante machaca con agresividad, buen continuador de bloqueos y sin miedo al contacto, si bien técnicamente con el aro a la espalda carece de la visión de juego y el movimiento de pies para haberle situado más alto en su carrera. Detrás es un soñador de tapones, su mano siempre busca bloquear tiros sabedor de que es su especialidad y su trabajo. Con la precisión científica de un chico que quería ser doctor y fue educado por un gran entrenador de porteros de fútbol.
Hoy Micheal Eric tiene la oportunidad, a sus 30 años, de ser referencia en la competición europea más grande. Si Darussafaka quiere sobrevivir con lo que tiene, gente como él tendrá que seguir creciendo.
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