Bien es cierto que no acapara algún que otro artículo como antaño, donde su juventud abría ciertos autos de fe que se desmoronan tan fácil como el azúcar en agua con el paso del tiempo. Pero quien sigue el baloncesto europeo y las competiciones internacionales andará algo habituado a la cara de Nikola Ivanović (Podgorica, Montenegro, 1994), un espigado base de la selección montenegrina que nos habíamos acostumbrado a ver casi todos los veranos -¡ay! las ventanas FIBA que nos han quitado esos partidos-.
Y es que con sus 190 centímetros es raro que Ivanović no llamara la atención cuando con apenas 18 años llegaba al equipo de su ciudad y sus amores: Buducnost. Buen bote de balón y cierta visión de juego complementaban un físico que entraba a canasta con decisión para la juventud que tenía.
Hablamos de Montenegro, claro. Y aquí hay que hacer un pequeño apunte: la etiqueta de “jugador de los Balcanes” despoja de su contexto a una gran cantidad de jugadores analizados en uno y otro artículo. De los Balcanes, sí: pero de Montenegro.
¿Qué tiene que ver? En Ivanović lo es todo. Su contexto ha sido su publicidad, su trampolín, su muro y su escenario.
Cuna de enormes jugadores interiores (Vucević, Peković, Dubljević, Todorović, incluso Mirotić ), todos señalaban un gran problema en aquella selección que acababa prácticamente de nacer: ¿quién llevaría el balón a todos esos pívots?
Pronto los ojos enfocaron a aquél chaval que casi con los 18 años recién cumplidos prometía mucho baloncesto para su país. Y como el ser humano tiende a ser un soñador, resultaba más sencillo imaginar el techo de una catedral que de una casa. Aunque sea la casa más acogedora del mundo. Si Vucević y Peković o incluso Dubljević eran tan buenos… él sería la guinda ideal.
KK Mega Leks (si no lo localizan seguro que así sí: los de la camiseta rosa y amarillo fosforito) se hacían moda gracias a Nikola Jokić. De repente eran la cantera de los Balcanes y la marcha del talentoso pívot serbio a la NBA dejaba los mismos ojos en otros jugadores: Rade Zagorac, Ivica Zubac, Ognjen Jaramaz… y Nikola Ivanović.
Para que se hagan una idea de su juego: imaginen una mezcla entre Micić -Anadolu Efes- y Jović -Bayern Munich-. Base de control, con un muy buen dribbling y un primer paso potente. Quizá donde empeora a los anteriores, sobre todo Jović, es en la capacidad de asistir. Si bien se maneja de forma notable con situaciones de pick and roll y en tiro tras dribbling. De hecho será su firma personal: un tiro tras dribbling hacia su pierna izquierda que termina con bote hacia atrás y tira de tres.
Pero algo le falta. O corregimos: quizá le sobra. Como comentamos sobre él se escribieron grandes planes de futuro. Y es que se le ocurrió ser el héroe nacional de un país recién nacido.
Un 18 de Agosto de 2012, un maravilloso tiro desde el centro del campo entraba en el último segundo de partido. El tirador, un jovencísimo Ivanović -18 años entonces-. El ganador, Montenegro. El rival… ¡Serbia!. Por primera vez en competición internacional el equipo nacional de Montenegro vencía a la que 12 años atrás era su otra mitad.
Teodosić miraba atónito cómo aquél joven Ivanović le quitaba el triunfo a los serbios en un partido que para los asistentes en Belgrado no tenía tanta repercusión deportiva como política. Y aquél chico fue un héroe, adalid de un país que aún tenía pañales pero veía que su futuro tenía talento.
Y eso, si somos honestos, es un muro muy difícil de franquear para cualquier jugador. Sobre todo si nuestro protagonista reconocía que él no era ningún mito nacional:
Soy un chico normal, alguien al que le gusta salir con sus amigos y jugar a la Play. El amor por el baloncesto me vino con los años»
Cuando tuvo que romperla, por decirlo claro, no la rompió. Debió mostrar solidez con el balón en las manos y se le escapaba. Tuvo que explotar su penetración a canasta y se volvió tímido. Su salto de KK Mega a Grecia fue terrible, <<echo de menos mi casa y Podgorica>>. Tras un paso fugaz por Italia no tardaría en volver a su tierra.
Volver a Podgorica, a Buducnost. Donde se erigió como mito y la casualidad: volvió a serlo otra vez. Pasando por encima de Estrella Roja en la final de la Liga Adriática. Y acompañando en la dirección a Gordić conseguiría clasificar a Buducnost para ésta edición de la Euroleague.
Sin más aspiración que exhibirse, Buducnost aterriza en una competición durísima. Quizá Ivanović tenga espacio y minutos para madurar, mejorar desde la sombra que aporta algo tan grande pero con todo el apoyo que tiene desde su país. Porque aunque los tontos siempre hablan en presente, ya sabemos que en baloncesto y con 24 años aún tienes tiempo de volver a sorprender.
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