Unos días después de la conquista de nuestra Liga 35 en el Palau ha pasado el tiempo necesario para ordenar algunas de las ideas que tenía en mente sobre lo que ha sido el año del Real Madrid.
La 2018/19 se recordará, entre otras cosas, como la temporada de la confirmación definitiva de Campazzo como un base diferencial en Europa y la sensación de que no hay nadie que modifique tantos el juego rival como Tavares. También nos vendrá a la mente el triple de Carroll que ya forma parte de la historia del baloncesto madridista y que terminaría siendo decisivo para lograr un nuevo título liguero. Pero más allá de jugadores concretos, el artículo de hoy va dirigido a recordar cómo este grupo se levantó de dos momentos muy complicados en febrero y en mayo y fueron capaces de limpiarse las heridas, aprender de los errores y unirse para cerrar la temporada de la mejor manera posible.
El 17 de febrero se jugó la final más polémica de la Copa del Rey. Todos recordamos cómo perdimos 16 puntos de ventaja en el tercer cuarto, la forma de forzar la prórroga y la decisiva actuación arbitral revisando en apenas 50 segundos las dos peores tomas televisivas de la jugada final («pues ya está, procedamos»).
Mucho se habló en las semanas posteriores de la posibilidad de que el Real Madrid saliera de la ACB (no es el único equipo que ha estudiado esa opción), unido a la creciente sensación en Barcelona de que el ciclo del Madrid estaba tocando a su fin. El vestuario blanco se guardó esa rabia de la Copa como gasolina para los playoffs y como vimos hace apenas una semana, esa motivación se notó sobre la pista.
La siguiente piedra en el camino la encontramos en Vitoria, donde tras realizar un partido muy serio en la semifinal ante el CSKA cinco minutos malos en el último cuarto nos dejaron sin la opción de revalidar título. En esta ocasión las críticas se centraron principalmente en Laso y Llull, acusando al primero de dejar en el banquillo a jugadores que estaban enchufados y al segundo de una selección de tiro más que mejorable.
Como siempre, el grupo supo hacer autocrítica y pusieron las bases para levantarse de ese duro palo y empezar a pensar en la ACB. El Real se presentaba a los playoffs con la posibilidad real de terminar la temporada sin un título importante (la Supercopa de septiembre quedaba muy lejos) por primera vez en la Era Laso pero como terminaríamos viendo en junio, el hambre de títulos de este equipo pudo con el cansancio de un año interminable y con cualquier fantasma de meses pasados que pudiera aparecer en momentos delicados.
El Madrid liquidó por la vía rápida su serie de cuartos y semifinales (2-0 contra el Manresa y 3-0 ante el Valencia Basket) y se citó en la gran final con el Barcelona. El primer encuentro fue un monólogo blanco en el que los locales dominaron toda la noche para terminar imponiéndose por veinte puntos.
El segundo partido, que terminaría siendo decisivo en la resolución de la final, tuvo en Llull y sobre todo en Carroll a sus dos protagonistas. Los 25 puntos del escolta, incluyendo el triple de la victoria que ponía el 81-80 a 1’9 segundos del final, ya forman parte de la historia reciente del club, con un Palacio en completa ebullición. La serie viajaba al Palau donde los culés se llevarían el triunfo en otro final agónico y en el cuarto choque, con Campazzo y Tavares imperiales, los blancos cerraban la serie y lograban un nuevo título, el número 17 desde que Laso se sentó en el banquillo madridista.
Era el final de una temporada de 83 partidos (66 victorias, 17 derrotas), con momentos mejores y peores de juego y resultados. Como dijo Laso tras acabar la final, «lo único que importa ahora es que somos campeones». Atrás quedaban los enfados de febrero y la decepción de la Final Four en mayo, sabiendo que los jugadores y el cuerpo técnico se iban de vacaciones con otro trofeo bajo el brazo que supo mucho mejor por el hecho de celebrarlo en la cancha del eterno rival.
Y ahora, el verano. Momento de recargar pilas (aficionados incluidos), pajiplantillear y debatir por redes sociales si habría que intentar fichar a tal jugador o por el contrario esperar a mejores oportunidades de mercado. Lo que está claro es que en los despachos se trabaja desde hace tiempo para configurar una plantilla que el año que viene vuelva a pelear por todo. Porque si algo nos ha dejado claro el Real Madrid de Laso estas ocho temporadas es que siempre compite. Pase lo que pase.
Foto portada: Realmadrid.com
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