Felices se las prometían los jugadores blancos en el arranque del encuentro, un Madrid serio y fluido parecía que podía acabar con la maldición de ser la única cancha de Europa donde Pablo Laso aún no había conseguido una victoria. Un Thompkins inspirado y con la dirección de Campazzo lograban las primeras diferencias en el marcador, que llegaron a ser de hasta once puntos. El partido fue trabándose poco a poco, hasta que se convirtió en una mezcla de barro, yodo y cemento. Y ahí el CSKA Moscú se movió mucho mejor que los madrileños. Pese a ello, a merced del buen inicio, se llegó al descanso con ventaja para el Real Madrid, 26-33.
Fatídica segunda mitad de partido
La segunda parte nos presentó lo que fue el verdadero “espectáculo” de la tarde. Un auténtico compendio de despropósitos baloncestísticos pudieron admirarse y presenciarse en la pista moscovita. Asistencias al contrario, pases a la grada, pasos varios, tiros que no tocan el aro, minutos y minutos sin anotar… el CSKA no es que estuviera muy allá, pero poco a poco enjugó la ventaja y se puso por delante, pese a los esfuerzos de Thompkins y algún ramalazo de Laprovtittola y Mickey para intentar evitar el sorpasso ruso.
El último cuarto fue más de lo mismo. La imposibilidad de salir del lodo, barro y cemento que se había impregnado en el juego, y que el CSKA supo jugar mejor sus cartas, aprovechando los momentos de inspiración de James y Hilliard, culminó en lo que se olía desde el inicio de la segunda parte: la racha de trece victorias consecutivas se convertía en historia, y Pablo Laso volvía a salir derrotado ante las huestes de Ioutudis y los ricachones encorbatados del este de Europa. Queda el consuelo de que es una derrota asumible y que no afecta en demasía a la clasificación de los capitalinos españoles.
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