Desde que uno tiene uso de razón y le gusta el baloncesto, (no sé qué fue antes), el Real Madrid -Barcelona es un partido especial. El choque deportivo de las dos ciudades más grandes de nuestro país, ejecutado por los tipos más grandes (literalmente) del deporte de la pelota naranja. Lo que en esta actualidad se viene llamando mercadotécnicamente “El Clásico” (viralizado por el todopoderoso fútbol), tiene su propia identidad en partidos, títulos, canastas y demás acciones, que han ido haciendo historia y mella en la memoria de éste que escribe.
Con este artículo, no pretendo hacer un relato detallado, ni una Wikipedia de enfrentamientos entre los dos transatlánticos del baloncesto patrio. Haciendo un ejercicio de retentiva y algo (pero poco) de Google, trataré de traer de nuevo a la memoria del lector algunos episodios de este enfrentamiento en las tres principales competiciones en las que se han ido enfrentando: Copa, Liga y Euroliga.
COPA
Si pienso en la Copa del Rey o Copa ACB, me vienen fundamentalmente dos “flashazos” y dos partidos fundamentales que dejaron una huella importante en mi biblioteca:
El primero de ellos es del enjuto base blaugrana Nacho Solozábal, mirando a sus compañeros con los dos puños levantados, tras ganar el título con un triple suyo en Valladolid en 1987. La cara y el cuerpo que se te quedan son comparables a los de Llorente, que se equivocó en su defensa y llegó muy tarde a puntear el tiro. Ese Barcelona incipiente de los Epi, Solozábal y Sibilio, le robó más tarde la hegemonía al Madrid de Lolo Sáinz. Ése título fue el primero de una larga serie.
El segundo y mucho más agradable para mí, es el “Llulazo” de Málaga 2014. El Madrid de Laso ya era una realidad en España y Europa, el equipo estaba jugando de cine y cambiando el ciclo a los de Xavi Pascual. Esa Copa tenía que ser el aldabonazo tras la Liga del año anterior, y así apuntaba, a fala de menos de dos minutos. Tras perder una ventaja de 7 puntos de manera incomprensible, el Chacho vio a Llull en la esquina y le pasó la pelota. El de Mahón encestó una suspensión lejana para consolidar el proyecto blanco. Eso sí, este 2014 casi se viene abajo, pero eso ya es otra historia.
El tercero, es menos electrizante pero casi más gozoso, por todo lo que significó para la historia madridista. La Copa de Barcelona 2012. Primera temporada de Laso en Madrid con muchas dudas sobre su proyecto y con un rival, hasta entonces, intratable. El equipo de Xavi Pascual era un acorazado al que intentaba hundir la fragata blanca sin éxito durante varios años. Esa final en el Sant Jordi fue la carta de presentación de un tal Jaycee Carroll y la explosión logrando su primer título con participación importante de Sergio Llull. El juego rápido, vistoso y uso del triple de los blancos creó un estilo identificable durante toda la “era Laso” en el Madrid. Esta Copa fue su tarjeta de presentación.
El cuarto y de infausto recuerdo fue la Copa de Madrid 2019. No por el juego desplegado por los equipos. El Madrid se dejó remontar una ventaja 16 puntos y alcanzó la prórroga gracias a un tiro de Llull. El espectáculo bochornoso se produjo por la dupla arbitral al conceder una canasta que no era tras la revisión. Tal fue el descalabro, que la ACB se vio forzada a emitir un comunicado, para reconocer errores y cambiar el procedimiento de revisión en el Instant Replay. El uso del nuevo sistema en la jugada final y decisiva para el título dejó las vergüenzas al aire del equipo arbitral, que vino para impartir justicia y, en este caso, se la tomó como si fuera Harry el Sucio.
LIGA
En la Liga patria, los recuerdos son más extensos y no tanto relacionados con partidos concretos. La mayor parte de ellos son recuerdos de series de playoff con historias desarrolladas por capítulos con momentos destacados como los que siguen:
Uno de mis primeros recuerdos de choques ligueros entre Madrid y Barcelona fue la esperpéntica final de 1984: La primera organizada por la ACB y con sistema playoff a tres partidos. Con el primero ganado en Barcelona, el Madrid confiaba en llevarse la liga en la Ciudad Deportiva. Con el partido igualado, un duro bloqueo de Davies a Iturriaga es respondido por el blanco soltando su brazo sobre la cara del culé. Esto provocó la reacción de pívot, que lanzó un derechazo pivotando hacia izquierdas, que mandó al palomero a la lona. Fernando Martín, que presenció en primera fila el sopapo, se lanzó sobre el americano como un búfalo, buscando justicia blanca. Resultado: expulsados los tres y el partido lo ganó el Barcelona con dos tiros libres del Lagarto De La Cruz. Pero el show de verdad se dio en el encuentro de desempate. El Barcelona, enfadado con la decisión del comité de competición de no sancionar a Iturriaga, decidió no presentarse al partido definitivo, dando el título más extraño al Madrid. El recuerdo de ver en la tele a los blancos en el pabellón esperando a ver si se presentaba el Barcelona es de lo más bizarro que he visto. Menudo inicio de la liga de la Asociación de Clubes con pelea e incomparecencia de uno de los finalistas.
Otro recuerdo con espectáculo incluido, fue la Liga del 89. La que iba a ser la liga de Petrovic, se convirtió en la liga de Neyro. El título se jugaba en el quinto y definitivo partido en el Palau tras cuatro partidos vibrantes entre los dos bandos. Al descanso, el partido estaba igualado con dos arriba para los blancos. En la segunda parte, Juanjo Neyro se tomó venganza del escupitajo propinado por Drazen tres años antes. Cual Mónica Lewinsky, guardando fluidos personales para usarlos en el momento adecuado, Neyro se dedicó a soplar de manera indiscriminada, faltas que sólo veía él a los blancos. El partido fue una farsa con 40 faltas blancas por 19 blaugranas. El Madrid acabó jugando con cuatro, tras un esperpento arbitral, que sumaría un título a los catalanes con un asterisco tan grande como la Sagrada Familia, para cualquiera que tenga la bufanda sin anudar.
Otro punto de dolor, esta vez legal, fue la liga de 2012 del primer año de Laso. Tras ganar la Copa del Sant Jordi y espantar fantasmas culés, el Madrid volvía a la final tras cinco años sin apurar la Liga hasta el último sorbo. Conocida la importancia del primer partido, el Madrid salió con el plan aprendido y casi lo vio ganado. Con dos arriba Llull se jugó un triple para matar el partido que falló; casi sin tiempo en el reloj, Marcelinho clavó una daga a tablero entre las costillas blancas desde medio campo. Ese partido marcó la serie, a la que, sin embargo, llegó a dar la vuelta el Madrid ganando los dos siguientes, pero que no llegó a rematar.
Uno de las alegrías más grandes e inesperadas de la afición blanca, en lo que a liga se refiere, fue la Liga de 2000 o de Scariolo o de DjordJevic. Cinco años de sequía liguera y entre ellos el batacazo de la liga del 97. En aquella ocasión, el primer clasificado, por primera vez, no lograba el título. En este principio de siglo, la escuadra del italiano devolvió el golpe. Ya resultó increíble la clasificación para la final en un quinto partido contra Estudiantes, que tuvo el último tiro bajo el aro de Chandler Thompson para ganar la serie. El balón no entró y el Madrid viajaba a la final para enfrentarse al Barcelona de unos jóvenes Gasol y Navarro, con un equipo acostumbrado a llevarse el título casi todos los años. El Madrid, sin Herreros, lesionado, con un crepuscular Djordevic, los hermanos Angulo en las alas y Struelens y Brent Scott como “finos estilistas”, iba a forzar un quinto partido, lo cual ya era sorpresa. La exhibición de dureza mental de los blancos, la “rasmia” maña de los Angulo y el trabajo bajo los aros de los nuestros contra el gigante Dueñas llevaron a ganar el partido y la Liga de manera totalmente sorprendente. Ese partido será recordado por festejarse en el vestuario ante la lluvia de objetos desde la grada, tras la celebración de Sasha con los puños en alto a la que respondió con empujones Nacho Rodríguez. Igualmente, por la declaración “no de amistad” entre Aíto y Scariolo.
EUROLIGA
En Europa, si algo ha marcado estos enfrentamientos es la superioridad del Madrid en la historia reciente, que es prácticamente casi toda la historia; casi todos en Final Fours.
El primer choque blanco-culé en una Final Four fue en las semifinales de París 1996. Tras el título de Zaragoza 1995 y la marcha de Sabonis a la NBA, el Madrid de Obradovic restructuró el equipo, pero aún contaba con un conjunto sólido, en el que formaba parte ya Pablo Laso. El partido estaba controlado en la primera parte, pero la segunda fue un desastre y cayó del bando culé. Karnisovas y Godfread nos cosieron a puntos y no tuvimos energía para responder. Quizá porque, por aquella época, Arlauckas o Mike Smith jugaron el partido completo. Algo impensable hoy en día. Esa final se recordará por “el tapón de Vrankovic a Montero”. El Barcelona tendría un título más con el Instant Replay… o no, si se aplicara igual que en la Copa de 2019.
La vuelta a la élite de la Euroliga moderna de los blancos se produjo en Londres 2013. Aquí fue al revés. El encuentro de semis con el Barcelona parecía perdido, pero el Chacho se asoció con Felipe Reyes para capitanear la remontada del último cuarto. Cuando todo parecía perdido, sacó su magia para levantar el partido. Este partido fue la primera de muchas Final Fours en las que el Madrid iba a competir y a ganar títulos en los años siguientes.
Otra semifinal que queda en la memoria de todo madridista fue la del año siguiente (2014) en Milán. La temporada del parque de atracciones que terminó con Laso en silla de ruedas expulsado del Palau. Pero esa es otra historia. El último partido de felicidad plena en ese año fue esta semifinal donde el marcador, 100 a 62, habla por sí solo. El vendaval de juego madridista arrasó las esperanzas culés de volver a pisar una final europea y abría la puerta a la redención blanca del año anterior. Bien es sabido que tuvo que esperar un año más, pues el hundimiento de ese año comenzó con el iceberg amarillo del Maccabi.
Por acabar con un recuerdo redondo, viajemos a Kaunas 2023 donde todo parecía preparado para encumbrar a Mirotic como campeón de la Euroliga. El Barcelona parecía haber alejado sus fantasmas con Saras en el banquillo y un equipo potente, que se vería con un Madrid muy mermado por las lesiones y sanciones. La pregunta era quién defendería a un Mirotic que venía lanzado hacia el título. Con Tavares como único pívot disponible, el Madrid de Chus Mateo se refugió en una zona para proteger al caboverdiano de faltas y asegurar el aro blanco. El montenegrino se defendió solo y realizó el peor partido posible. Con el encuentro empatado iniciado el último cuarto, de nuevo el Chacho, encadenó 9 puntos seguidos para lograr una ventaja que ya no abandonarían los blancos. Billete para la final y guión Hollywoodiense para un desenlace que es historia de la liga. Llull creó un “instant classic” como regalo a la afición blanca y a la iconografía del baloncesto continental.
Alguno se quedará en el tintero, pero con los citados, he tratado de recoger unos cuantos enfrentamientos entre culés y madridistas que tengo más vivos en mi disco duro. La memoria también me trae momentos como éstos.
Aquel tapón de Randoph a Dorsey en el Palau saliendo de la nada cuando el mate a la contra parecía inevitable. Eso sí, Toñejo no cambió el rictus.
O el de Tremmell Darden, también a Dorsey, en el Palacio. Éste, tras un rebote ofensivo bajo canasta al que dejó seco el reverendo gritándole el quinto mandamiento “No matarás”, mientras saltaba a pies juntos. Al pobre, le tenían cogida la matrícula.
El dribbling de Luka dando con los huesos de Claver en el suelo, para asistir a Reyes bajo canasta
El triple ganador de Carroll en el segundo partido de la final de 2019, tras remontar 9 puntos y fallar el tiro libre necesario que originó la jugada.
El tapón salvaje de Poirier a Laprovíttola en los últimos segundos de la semifinal de Belgrado, que supuso casi la victoria en otro partido en el que no éramos favoritos.
Los dos triples desde su cancha de Doncic en 2018 y Campazzo 2019 para cerrar dos terceros cuartos y contra el mismo rival blaugrana. Parece que querían dejar un mensaje claro.
Todo lo escrito da idea de lo viejo que va siendo uno y los recuerdos que va acumulando. Este arsenal de anécdotas y batallitas grabadas en la sesera de este aficionado blanco, dan lugar a charlas (entre cervezas, torreznos y bravas) con otros aficionados cada vez que toca enfrentarse de nuevo al archi-rival.
Da igual lo mal o bien que puedan estar los equipos. Este partido es algo especial, marcado en rojo en el calendario de ambos; el resultado nunca los deja indiferentes. Como dijo el mito blanco, Fernando Martín en uno de estos partidos: “No me he levantado de la cama (estaba con lumbalgia) para perder”, cuando se jugaba el playoff de 1989.
Gracias, tocayo. Lo llamen como lo llamen siempre es un punto de control importante para ver el estado del equipo. Con la llegada de la Euroliga y los playoffs se «devaluó» un poco su importancia pero siempre es un día marcado en rojo en ambos calendarios.
Grande David, muy buen artículo, mucho mejor de lo que yo sería capaz si me lo pidieran. En basket para mí no existe el concepto clásico, ya que se juegan muchos más partidos oficiales al año y no todos tienen la misma importancia. Hoy por ejemplo, es un partido importante, pero no fundamental en el transcurso de la Liga ACB. Para mí, los Clásicos de verdad han sido las finales de Copa, los play-offs de ACB (recuerdo aquel partido ganado en el Palau que perdimos con una canasta de Marcelinho desde medio campo, aquella canasta al final nos costó una liga) y con diferencia, los partidos que más tensión me han provocado siempre han sido los de Final Four contra ellos, afortunadamente para mi salud, siempre en Semifinales, nunca en finales. Esos si que son Clásicos de verdad, partidos de tú a tú, con toda la carne en el asador… lo de hoy me traslada casi al Torneo de Navidad de antaño.