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Vicente Salaner: Yo estuve allí. ¿Y usted?

Polifacético, talentoso y contradictorio a la vez. Se nos ha ido una gran voz del madridismo de los canastos.

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homenaje vicente salaner yo estuve allí ¿y usted?
Foto: ElMundo
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Y esta pequeña frase pasivo-agresiva, repetida en más de una ocasión acompañó al protagonista de estas líneas: Vicente Salaner. ¿El contexto? La red social Twitter, donde hacía acto de presencia con asiduidad, convirtiéndose en un asiduo donde dejaba sin medias tintas su opinión sobre básicamente tres pilares: baloncesto (el Real Madrid), política y el universo viti-vinícola.

Así era Vicente Salaner. O Víctor de la Serna. O el del vino. O el yayo, como también se le denominó en la anteriormente citada red social. Pero está claro que fue un personaje que llegó más allá de unos cuantos tuits en el tiempo.

Era fácil saber sobre la vida de Salaner (me quedo con este pseudónimo, es como lo conocí y como lo he llamado y mencionado a lo largo de los años). Él mismo se ocupaba de airear su obra y vida. Sus estudios en el extranjero (Suiza, Estados Unidos), sus ideas políticas, declarado como un “auténtico“ liberal,  y sobre todo, su Real Madrid Baloncesto, que es lo que más huella nos ha dejado.

En el Madrid de los años sesenta se convirtió en una especie de colaborador asociado. Su dominio del inglés y tras ver una final de la Copa de Europa que hizo enamorarse del juego y del club, Salaner fue el traductor-gestor que tanto presumió en tiempos futuros.

El inexistente nivel de inglés de Pedro Ferrándiz propició que en sus visitas a USA le acompañase y ejerciese de traductor de las palabras del alicantino a la búsqueda del mirlo yanki que acabase con la hegemonía de los países del este en aquella renqueante Europa a todos los niveles. A tanto llegaba su ego, que décadas después todavía se atribuía fichajes como el de Wayne Brabender (“yo lo fiché”), circunstancia que el bueno de Wayne no se cansó nunca de desmentir incluso con una sonrisa irónica en su rubio rostro: “no recuerdo exactamente lo que me decía, no nos entendíamos… solo que eran de un equipo de Europa y querían ficharme”.

El paso de los años y su influencia en el mundo periodístico (llegando a ser director adjunto de ElMundo de Pedro J. Ramírez) no hizo que dejase al club blanco fuera de su radar: a través de sus columnas en el periódico y en la revista Gigantes del Basket (miembro de su consejo editorial junto a otro gran dinosario de la canasta, Ramón Trecet) nos mantenía informados no sólo de la actualidad del equipo blanco, sino de la NBA,  y los españoles que allá por los noventa cruzaron el charco rumbo a la NCAA y una formación diferente… curioso fue el caso de Ricardo Peral, que merece una artículo aparte, donde la intervención de Salaner significó un año sin jugar en USA del canterano blanco.

Su relación con el club blanco y jugadores, seguía siendo bastante estrecha, a la vez que problemática. Público era que jugadores como Iturriaga no digerían muy bien su presencia y palabras hacia ellos: “Solías llegar al partido y ahí estaba, lanzando unos tiros y tratando de enterarse de todo… y que yo sepa nunca tuvo cargo alguno en el club… era un periodista más con diversas prebendas”.

Otra de sus muchas obsesiones era la “salvación” del jugador nacional en la Liga ACB, con el objetivo de la Selección Española, abogando siempre por una cantera fuerte en el club blanco, con el objetivo no solo de formar jugadores para el primer equipo, sino también para el combinado nacional. En los últimos años se mostró muy crítico con la globalización de las canteras europeas, y eran curiosos sus disgustos cuando coincidió con la mejor racha de logros de la Selección Española… no digería muy bien sus contradicciones.

La llegada de las redes sociales y su parte activa en ella significó el poder interactuar con una persona que había sido referencia en el mundo del baloncesto para mucha gente. Chequear sus opiniones más diversas y poder encontrarse aquiescencia cuando le dabas la razón y bloqueos fulminantes cuando osabas insinuar que estaba equivocado, incluso con pruebas gráficas. Pese a su indiscutible talento para la escritura y gran memoria deportiva, demostró una gran intransigencia frente a debates opuestos, siendo adicto al bloqueo hacia quien no pensaba como él.

Los últimos años no fueron sino para refrendar aquellas batallas que había luchado durante años: disfrutando con el Real Madrid de Laso, y pese a ello con la crítica por bandera para su máximo responsable: suyo es el apodo de “mesonero” para Juan Carlos Sánchez, demostrando su genio y figura hasta la sepultura, y señalando a quien creía incapaz de gestionar una entidad tan grande e histórica como el Real Madrid baloncesto, a la vez que cuestionaba a Manu Suarez sobre una final de la Recopa que asistió personalmente, dejando por los suelos el argumento de que ver algo por video no era lo mismo ni correcto. Aunque se viese. Lo dicho, nunca llevó muy bien la réplica ni que le llevasen la contraria, aunque tuviesen razón

Nos ha dejado una voz del madridismo, aquel que no quiso hacer un perfil de Azofra a su retirada (“es del Estudiantes”), aquel que sacaba de fiesta por Madrid a los americanos de los equipos italianos que visitaban la capital del reino en la Copa de Europa, con el objetivo de que se pusieran finos de alcohol antes del partido, aquel al que podemos ver en la primera emisión de un partido NBA del programa Cerca de las Estrellas, junto a Ramón Trecet…  y Wayne Brabender. Aquel que ponía a parir al gobierno socialista de turno y después hablaba de la maravillosa uva bobal de la Manchuela, aquel que participaba en un podcast de una modesta web como 24segundosenblanco

Polifacético, talentoso y contradictorio a la vez. Se nos ha ido una gran voz del madridismo de los canastos. Descanse en paz,  y aunque suene mal, algo de paz y descanso deja también.

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Escrito por
Oscar Antón Antón - Redactor

Literatura, baloncesto y Real Madrid, todo junto da lugar a personas tan frikis como el que esto suscribe.

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