En cualquier otro país de Europa una institución deportiva acorralada por un escándalo de corrupción deportiva de tal magnitud, como es el Caso Negreira, sería repudiada por la sociedad y fuertemente criticada por los medios de comunicación. Sin embargo, en España, ocurre todo lo contrario, y se equipara a Real Madrid y FC Barcelona con la única finalidad de difuminar la gravedad de tales acusaciones.
Incluso profesionales del mundo del baloncesto a sueldo de dicho club se permiten el lujo hoy en día de tener la desvergüenza de señalar y poner bajo sospecha victorias y títulos del Real Madrid. ¿Por qué? Porque gozan de una red de apoyos directos o indirectos, tanto dentro como fuera del club, que les permite realizar ese tipo de declaraciones sin ningún tipo de penalización. Por eso hasta un mediocre entrenador como Joan Peñarroya sabe que su último salvavidas en el Palau Blaugrana es exagerar precisamente su discurso victimista y ofrecer a su público la papilla que reclaman para que no se hable de sus paupérrimos números tanto en Euroliga como en ACB, donde incluso pueden quedarse fuera de los puestos que dan acceso a la Copa del Rey. Y sin ponerse colorado al soltar tales patrañas.
Ni con Eduardo Portela fundando una nueva competición, la Liga ACB, o Jordi Bertomeu ejerciendo durante dos décadas como CEO de Euroliga, la sección de baloncesto del FC Barcelona ha podido despojarse de ese discurso llorón que la inmensa mayoría de sus aficionados llevan impregnados desde pequeños. Eso es el ADN Barça del que tanto presumen y que tanto mal ha hecho a dicha institución a lo largo de su historia.
En el plano mediático, ni Movistar – con su discurso bienqueda urbanita tan infantil como ridículo impuesto por la propia ACB – ni los principales medios deportivos de este país, se atreven a reprobar este tipo de actitudes. A fin de cuentas, en Barcelona son unos verdaderos maestros en el arte del lobby. Y es muy fácil difundir el discurso de «los poderosos» y que «ni Madrid ni Barça pueden quejarse de los árbitros» para correr un tupido velo y no mojarse en un asunto tan importante. Porque es de ingenuos pensar que si en el fútbol hubo un Caso Negreira, en basket no hubo algún tipo de corruptela semejante a lo largo de la historia. «La Magia del Palau» es lo que tiene.
Tal es el trauma que esto ha provocado en sus deportistas que hasta ex jugadores como Lagarto de la Cruz parece en redes sociales como si fuese un portavoz de los Dracs, insultando a jugadores y defendiendo hasta la extenuación cualquier hecho reprobable de su club.
En fin, cada vez que alguien del Barça de Basket se queje de los arbitrajes o acuse al Real Madrid de recibir un mejor trato por parte de las instituciones, sonrían y piensen en que estos pobres diablos no tienen ni un solo motivo para ser felices desde hace demasiado tiempo. Hala Madrid y nada más.
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