Restaban dos minutos del partido ante España. Serbia, impotente, se marchaba apocada hacia un final insulso que podía afectar a la inestable moral de la selección balcánica. Entonces. Sasha Djordjevic decidió invocar a los jefes del consejo serbio ante el fuego del baloncesto sagrado. Sacó el gen competitivo, protestó lo indecible ante una situación intrascendente para el devenir del encuentro y la clasificación del cuadro de grupos. Lanzó un mensaje claro a sus jugadores: Esto es Serbia. Aquí han jugado los más grandes. No vale perder.
Ahí empezó a ganar los octavos de final Serbia. La sonrisa del gran Aleksandar Djordjevic, a falta de 2 minutos para el final del primer partido de las eliminatorias ante Grecia, era signo inequívoco de que la invocación al fuego eterno del baloncesto europeo había funcionado.
Serbia funcionó con la precisión de un reloj suizo. Sasha manejó el partido desde el banquillo como lo hiciera tiempo atrás en las canchas, a su antojo. Siempre fue por delante en lo táctico. Comenzó dándole protagonismo a Kalinic, uno de los “obreros” citados para darle consistencia a la argamasa del talento. El jugador del Estrella Roja de Belgrado no decepcionó. Suyos fueron 12 puntos en la primera mitad, con canastas de todo tipo, con una intensidad excepcional tanto en el rebote como en las ayudas defensivas. Porque, ante Grecia, Serbia defendió a la perfección. Impresionantes fueron sus ayudas constantes en el pick and roll central, o las segundas si Grecia conseguía invertir el balón. Excepcional trabajo táctico y sobre todo, psicológico del mago de Belgrado con esta selección.
Aún así, Grecia, que llegaba a octavos de final, con su hoja de presentación impoluta, se mostró a un gran nivel en la primera mitad. Apoyados en buenos minutos de Printezis, los helenos conseguían aferrarse al partido ante los primeros síntomas de solidez balcánica (21-17, minuto 9).
Katsikaris tiraba entonces de Antetokoumpo para neutralizar la ventaja en el puesto de alero de la que estaba haciendo gala el combinado serbio. El joven alero firmó grandes minutos para mantener a Grecia en el ritmo anotador de su rival (28-28, minuto 14), e incluso ponerla por delante por primera y única vez a falta de un minuto para el descanso (41-42 con triple de Zisis).
Pero el partido era de Serbia, o si me permiten, de Sasha Djordjevic. El técnico jugaba al ratón y el gato con el juego interior de Grecia. Ora metía a Krstic (muy centrado, dejando a un lado el sillazo de aquel torneo de la Acrópolis en 2010) para abrir el campo y conceder más espacios a las penetraciones de los pequeños; ora metía a Raduljica para centrar las defensas en la zona y abrir espacios para tiros exteriores.
En la segunda parte, dando una auténtica exhibición de calidad y concentración, con Bogdanovic ejecutando, con Teodosic centrado (y si está centrado es un auténtico mago de la dirección) y controlando el tempo del encuentro, Serbia abrió la primera brecha con una canasta de Bjelica (algo desaparecido) que ponía el 59-52 (minuto 27). Fotis Katsikaris (¿próximo entrenador del Real Madrid?) se veía obligado a pedir tiempo muerto. Pero el gen ganador serbio había despertado. Sasha Djordjevic lo había despertado en sus jugadores y con un parcial de 21-8 cerró el encuentro (90-72).
Ahora la selección balcánica espera rival: Argentina o Brasil. ¿Conseguirá mantener este nivel en cuartos de final? ¿Habrá despertado Djordjevic por fin el gen competitivo en la generación del talento dormido? Veremos.
FICHA TÉCNICA.
SERBIA, 90 – GRECIA, 72 (46-42 al descanso)
SERBIA: Teodosic (13), Markovic, Kalinic (12), Bjelica (8), Raduljica (16) -posible quinteto inicial-; Bogdanovic (21), Simonovic (5), Jovic (2), Stimac, Bircevic y Krstic (10).
GRECIA: Zisis (12), Calathes (14), Papanikolau (1), Printezis (12), Bourousis (9) -cinco inicial- Mantzaris (5), Vasileiadis (6), Glyniadakis, Sloukas, Kaimakoglu (6), Antetokoumpo (7) y Vogioukas.
PARCIALES: 23-20, 23-22, 18-13, 26-17.
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