Las temporadas son muy largas y las plantillas se quedan cortas. Es el mantra que venimos escuchando desde hace tiempo, sobre todo con los equipos Euroliga y, por tanto, con nuestro Real Madrid. La suma de esos dos factores suele dar como resultado toda suerte de lesiones de los jugadores. Si a eso le unes la política de comunicación, escueta (por ser benévolos), del club, da lugar a suspicacias, ansiedad y hasta coña marinera por parte del aficionado.
Que el Real Madrid ha sufrido y sigue sufriendo numerosas lesiones (no pocas de larga duración) es un hecho contrastado. Hago la comparación con los otros dos equipos patrios con licencia A de Euroliga, como son Barcelona y Baskonia. No hay temporada reciente que no hayamos tenido alguna lesión importante. No recuerdo un equipo con tantos lesionados graves: Llull, Kuzmic, Randolph (dos veces), Nigel Williams-Goss, Alocén, Deck (dos veces y ahora una tercera) que hayan lastrado la temporada y obligado a reinventar el equipo.
Me viene a la memoria, como primer ejemplo, aquella lesión de Venson Hamilton en los tiempos de Joan Plaza. El tío era un portento físico y el rey del alley-oop. Comenzó con unos problemas de rodilla y nunca más se supo. No recuerdo ningún comunicado del club. No era tan común como ahora, pero habría acabado con “Pendiente de evolución”.
Esta temporada hemos sufrido el expediente X de Garuba del que no se supo realmente qué tenía. Recién llegado de la selección, jugó unos minutos en la Supercopa, unos segundos al inicio de liga y puf: “Pendiente de evolución”. Aficionados preguntando ¿qué tiene? ¿cuánto le queda para volver? Y nadie sabía responder, mucho menos el club.
Acordaos de la lesión de Alocén. Un ligamento cruzado es una lesión grave y de larga duración, pero el retorno de Carlitos fue como el viaje de Frodo y Sam a Mordor: Eterno y sin saber nada por parte del resto de la Compañía del Anillo. Este que os escribe llegó a preguntar (al año de la lesión) al médico del Madrid en una ocasión y me confesó que no sabían qué tenía y por qué no acababa de estar ok. O no me podía o no me quería decir. Pendiente de evolución otra vez.
El 2022 fue especialmente desafortunado con la mencionada lesión de Alocén. Además, Nigel Williams-Goss cayó lesionado del talón en el primer minuto de la semifinal de Final Four en Belgrado. Ganamos al Barcelona sin base y el estado del bueno de Nigel mutó a “Pendiente de evolución” para unos seis meses. El ligamento cruzado de Randolph se rompió cuando estaba volviendo a ser importante. Su evolución dejó de ser pendiente para ser un milagro que jugara de nuevo el año siguiente. Como colofón al año, a Laso le dio un jamacuco y su evolución acabó con su puesto de trabajo. Nos hemos acostumbrado tanto a la susodicha coletilla de “pendiente de evolución”, que más que jugadores de basket, a veces pienso que tenemos algún Pokemon en el equipo. Me los imagino concentrados, apretando los ojos, como queriendo dejar de ser Charmander para pasar a Charmaleon y Charizar de una tacada.
Es tal la repetición y situaciones ya vividas con los problemas de salud de los blancos, que se genera cierta psicosis que muta (evoluciona) en cachondeo nervioso de algunos sectores de la afición, promocionado a veces por el grupo Madrid-terrorista AllStarT. Incluso este evolucionario efecto traspasa los límites de la “Casa Blanca”. Más de un jugador que suena para el Madrid, sobre el que se especula en algunos medios, cae lesionado o se pone enfermo. Los aficionados cruzan miradas y mensajes como diciendo: me cuadra, pendiente de evolución, puro Real Madrid. Y de estas situaciones venimos (evolucionamos) y en este momento estamos. El equipo envuelto en una gira salvaje de partidos en enero, con más kilómetros que el Halcón Milenario en el Episodio IX, con necesidad de remontar puestos, sobre todo, en Euroliga y el aficionado más preocupado de que no se lesione nadie, que el resultado nos da igual. Bueno, no. Si perdemos, los tuits cambiarán a buscar responsables y a pedir fichajes con más virulencia. Pero eso es otra historia que merece ser tratada en otro día. La dejamos pendiente de evolución.
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