Los dramas son el mal endémico de cualquier aficionado de cualquier equipo de cualquier deporte. La lesión del mejor jugador de tu equipo puede provocar reacciones puberales, incluso a los aficionados más veteranos y curados de espanto de todo tipo.
Si una lección hemos aprendido la pasada temporada es que es imposible mantener un nivel sobresaliente de forma y juego a lo largo de los 8 meses y medio de competición. No sirve de nada completar una excelente liga regular en Euroliga si ello acarrea un desgaste excesivo para el núcleo duro de jugadores que coparán la rotación de Laso en las grandes citas a final de temporada. En ocasiones, tankear es necesario. Sin descuidar nuestra clasificación, es legítimo preferir asegurarse una plaza entre los cuatro mejores de Europa pero renunciar a luchar hasta la última jornada por el liderato de la fase regular en favor de un mayor reparto de minutos y esfuerzos entre todos los integrantes de la plantilla.
A diferencia de otros equipos como el CSKA Moscu o el Maccabi, los participantes españoles en Euroliga tienen que convivir con una competición doméstica en donde el nivel medio de los equipos exige un mínimo de compromiso para poder sacar adelante los partidos sin descuidar su clasificación. Por ello, el Real Madrid ha apostado estas últimas temporadas por una plantilla formada por 14 integrantes, lo que permite conceder descansos a determinados jugadores a lo largo de la temporada sin que ello implique una pérdida de efectivos en la rotación.
La maldita lesión de Llull (#FuerzaLlull) durante un partido-verbena de la FEB nos hace replantear un nuevo dilema acerca de la planificación de la próxima temporada. ¿Confiamos realmente en Campazzo como base del Real Madrid? ¿Confiamos o no en una recuperación de Rudy sobre todo en su faceta anotadora? ¿Confiamos en nuestro juego interior más allá de Randolph y Ayón? ¿Confiamos en Santiago Yusta y Dino Radoncic como miembros de pleno derecho del primer equipo o sólo recurriremos a ellos en caso de lesiones o descansos en ACB? Estas cuestiones son clave a la hora de valorar cual debe ser la reacción de Juan Carlos Sánchez y Alberto Herreros ante la baja de larga duración de Sergio Llull.
A mediados de agosto, el mercado de agentes libres es muy limitado. El único base de cierto nivel medio-alto en Euroliga, que esté libre y que ocuparía plaza de cupo ACB se llama Jayson Granger. ¿Aceptaría el base uruguayo firmar un contrato por una sola temporada? ¿La sección de baloncesto estaría en condiciones de ofrecerle un sueldo acorde a su caché? En el mercado nacional, un base joven como Alberto Díaz (Unicaja, previo traspaso) podría ser una opción a estudiar. Pero, ¿habría dinero para afrontar un traspaso de mínimo 750.000€-1.000.000€ por él?
Como última opción y descartando la opción de pagar traspasos estaría la alternativa de firmar a un base de gran experiencia (viejuno) que sea capaz de aportar al equipo desde un rol secundario y no más de 10 minutos en pista. Una tercera oportunidad para Dontaye Draper sería excesivo. ¿Opciones?
En cambio, si suponemos que los planes de Laso pasan por darle más galones en el puesto de base a Luka Doncic – soy partidario de iniciar su reconversión irremediable al 3 – y Facundo Campazzo, con la ayuda puntual de Fabien Causeur en labores de dirección, ¿nos podríamos plantear el fichaje de un escolta o alero? El sueño utópico de Hanga no parece una opción factible. Y el sueño húmero del madridismo twittero, Nemanja Nedovic, con contrato en vigor en Unicaja.
Demasiadas incógnitas y muy pocas certezas a día de hoy. Albertito, disponga. Pero sin dramas.
¿Y si no fichamos a nadie?
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