Quien esto escribe tiene una historia personal con Thomas Robinson, pívot que se presentará en noche madrileña y europea con su nuevo equipo, Khimki Moscow. La historia de alguien despierto por la noche para seguir una ceremonia del draft esperando aquél pick que acompañase a DeMarcus Cousins por los campos de la justicia y se fuese a la cama cabreado como un mono pensando el porqué de la selección de otro interior, aquél muchacho de Kansas.
Aquél muchacho de dos metros y siete centímetros era Thomas Robinson, sí. Y aquella selección se realizó en uno de tantos movimientos dudosos que hiciesen por aquellos años los Sacramento Kings, añadiendo un interior más a un proyecto que contaba con Cousins como joya de la corona.
Bueno, ya. Lo siento. A veces uno se deja llevar en el relato. Pero quizá para comprender un poco de dónde viene y cómo es T-Rob haya que poner un poco de perspectiva. Aquí lo estamos conociendo como un pívot pero en la NBA llegaba como un interior con un físico imponente que llevó a muchos scouts a pensar en su resolución como jugador más abierto, ágil, capaz de correr la pista y obtener cierta solvencia en el tiro abierto.
Bien es cierto que sus primeros dos años en la Universidad de Kansas no fueron especialmente relevantes, quizá son los años que le hicieron perder algo de valor como seleccionable en la gran NBA. Un equipo al que llegaba para coincidir en su año freshman con Cole Aldrich y en el que ya germinaban la pareja de gemelos Morris. Markieff y Marcus Morris también cerrarían el paso de su año sophomore. Sería el tercer año cuando el jugador de Washington D.C. conseguiría hacerse con el puesto de titular. Su gran año, donde forjó todo por lo que es hoy. No sólo adquiriendo grandes números (realizó dobles dobles hasta en 18 ocasiones), marcas históricas (30 puntos y 21 rebotes, la mayor en los Jayhawks de Kansas) y lo más importante: jugar la final nacional. Una final que perdería ante la Universidad de Kentucky.
Esperen, creo que se entenderá mejor si lo digo de otra manera. La perdió ante Anthony Davis.
Sea como fuere ese fue su gran año. Un pívot de gran envergadura y que sobretodo era muy móvil, ágil. Se movía rápido por la pista, era fibra y músculo. Dejaba muchos vídeos para Youtube, sí. Mates y tapones eran prácticamente su repertorio. Pero un jugador del que quizá había que esperar un tiempo: en la NBA había cuerpos más grandes que el suyo. Y quizá era su gran traba: ¿podría ganarse el puesto de interior aquél pívot que parecía disfrutar en el mate pero resguardarse del frío que da jugar de espaldas al aro?.
Hoy el tiempo ha hablado y no sólo no tuvo continuidad en aquellos Kings que tenían en Demarcus Cousins su identidad interior, sino tampoco en Rockets, Blazers, Nets ni Lakers, su último equipo en la mejor liga del mundo. ¿El porqué? Lo que se esperaba: aquel loco que pensó en su adaptación al cuatro se equivocó, Thomas es un interior puro, de pick and roll y avasallar el aro. Pero además aquél scout no fue capaz de ver aquella parcela tan importante de la que a veces los grandes análisis se olvidan. T-Rob era un chico sin confianza, sin decisión. De aquellos muchachos que son leones en la cima de la NCAA y gatos en la NBA. Sí, es verdad, había cuerpos más fuertes que el suyo.
De Sacramento salió a Houston junto a Tyler Honeycutt, más conocido ya por las canchas de Euroliga y que este año ha vuelto a Khimki después de un año en Anadolu Efes.
Ambos forjaron aquella amistad que dan las maletas y las charlas con la gerencia, esa que te dice que no, que quizá en otra parte.
Tyler vino rápido a Europa convirtiéndose en uno de los aleros más codiciados de la Euroleague. Y quizá también Tyler le llamó cuando Thomas salía de la última rueda de prensa que daba por los Ángeles. <<Magic y Rob -Johnson y Pelinka- me han dado la enhorabuena por las pequeñas cosas en las que he mejorado, y me han dado las claves para trabajar este Verano (…) me tengo que comprometer en la parte mental del juego, adquirir el compromiso en la pista de compañeros como Luol Deng o Metta World Peace>>.
<<Siempre quise ser ese tipo de jugador, quiero ser una estrella en mi rol>>. En Los Ángeles pasaba la arena volando y la llamada de Tyler Honeycutt. Quizá era el momento de trabajar siendo feliz, siendo león, siendo una estrella en su rol.
Una llamada que lo llevaba a un proyecto tan ávido de victoria como el de Khimki Moscow, el nuevo Khimki de Gerogios Bartzokas. Aquí Thomas Robinson está siendo la pieza fundamental que siempre faltó por el segundo equipo ruso: el interior estrella. Augustine siempre pareció estar un peldaño por debajo, Paul Davis tenía constantes problemas de lesiones. Ahora con el proyecto en las manos -y clase- de Alex Shved y piezas tan especiales como James Anderson, Stefan Markovic o Malcolm Thomas, es el momento.
https://youtu.be/cHVMKALKeoc
Robinson está teniendo mucho espacio y campo para poner en práctica todo aquello que dijo sacar de las palabras de Magic. Para empezar tiene recursos para correr, para conseguir segundas opciones de ataque con buena carga del rebote ofensivo. Poner buenos bloqueos para que Shved cree, o que James Anderson pueda lucir como ya hiciera en Zalgiris, delante y detrás.
Pero sobretodo está teniendo espacio y confianza para intentar el tiro de cuatro metros, o intentar bailar en la zona para sacar un gancho. Aquí no todos los pívots son tan fuertes. Aquí quizá su cuerpo pueda brillar. Y aquí tiene todas las condiciones para ser una estrella.
Quizá el recuerdo que han dejado jugadores como Ekpe Udoh sea un buen espejo, quizá todo aquello que nunca dijo en la NBA y que alguno siempre anheló escuchar se vean reflejados en las pistas europeas. Quizá Madrid es un buen momento para evaluar qué tiene este Khimki y por qué no, comprobar si existe la parte en la que Robinson sigue siendo un rey león.
1 Comentario