Era el 15 de Enero del año 2016 y Sarunas Jasikevicius hacia su debut en Euroleague contra el Real Madrid. El Palacio de los Deportes le esperaba con el cariño que siempre se han tenido Saras y el conjunto blanco. Ese cariño especial que se tiene sólo con las personas que sabes que te odian. Pero de los odios buenos, seguro. Del que piensa “éste cabrón es muy bueno, nos la va a hacer” y del que en la pista recapacita “este club es enorme, seré yo quien intente derribarlo”. Algo especial.
Saras pasó en apenas unos meses de jugar en la pista a ser el sustituto interino de Gintaras Krapikas, el entrenador que no consiguió levantar un proyecto que, en realidad, era ambicioso. Olivier Hanlan, Brock Motum, Martynas Pocious, Renaldas Seibutis, Ian Vougioukas, Mantas Kalnietis… Muchos habían llegado para sumarse a Jankunas, Lekavicius o Edgaras Ulanovas. Un equipo formado a priori con toda la lógica del mundo: juventud y veteranía, jugadores rápidos con interiores móviles y tiradores exteriores con buenos reboteadores. Pero nunca llegaron a levantar el vuelo de forma regular y la segunda derrota en top 16 ante Brose Bamberg por hasta 30 puntos obligó a los de Kaunas a tomar la decisión. Jasikevicius no era el futuro, el proyecto debía comenzar ya.
Podríamos decir que fue un poco ruleta rusa: o disparamos y vemos la suerte que corremos o jamás sabremos si estamos en el camino. El proyecto debía empezar a construirse en una temporada que se intuía algo rota y era el momento de valorar cuál sería la columna vertebral del mismo.
Poco tardó Saras en encontrar una idea. Bueno, secundaria para muchos medios. Ya sabemos que cuando algo trata sobre Saras se evalúa siempre de la misma forma: entrega, gritos, exigencia, darlo todo en la pista… Pero si me permiten, aparte de ser cuestiones esenciales de todo equipo, no dejan de ser requerimientos algo banales.
Lo importante era conseguir un proyecto con base lituana sobre la cual poder construir un Palacio que brille a la luz de la Euroleague. Jankunas se ganó, como siempre, ser el capitán por dentro. Pero por fuera no sería Kalnietis, ni Seibutis. El jugador al que Saras obligó a construir su personalidad en pista fue Edgaras Ulanovas (Kaunas, 1992).
Jugador que brillaba de forma intermitente, capaz de sumar en tres aspectos del juego (puntos, rebotes y asistencias) pero sin algo vital para el entrenador: decisión. Capaz de estar veinte minutos en pista y ni siquiera mirar al aro. Durante el cambio de entrenador hubo otro cambio en el joven alero (1’98 m.): al menos comenzó a mirar al aro tres veces más por partido. Muchos de ellos forzado por un reclamo evidente: él era el futuro obvio de un proyecto que debía conseguir pelear en Europa en un futuro próximo.
Pero algo cambió. ¿Y si no era cuestión de carácter? Y aquí vamos a exponer una de las cuestiones clave que los mil artículos que hablan de asuntos testiculares cada vez que mencionan a Saras Jasikevicius no dan cabida. ¿Actitud? Claro, siempre requerida, no lo olvidemos. Pero Ulanovas poseía algo que le convertía en el pilar de aquel Palacio en construcción. Él era vínculo de unión de todo el juego que transcurría en la pista. Inteligente en cancha para pasar e incluso ayudar al rebote. Ya no era un cohibido alero titular sino un jugador de equipo al que poder rodear de artistas.
La temporada siguiente llegaron Kevin Pangos y Leo Westerman a la par que se llenó de nombres la pintura. Lima o Kavaliauskas. Este año a Pangos se le suma Vasilje Micic y Toupane y en la pintura misma idea: Aaron White y Brandon Davies. Rebote, capacidad de jugar a los interiores rivales y por fuera mucho talento.
Ulanovas, Pangos y Micic. No parecen el culmen del carácter Saras, ¿verdad? Porque si al carácter le quitas la lógica y la inteligencia de unir piezas y capacidades, te quedas sin nada. Y Saras encontró en Ulanovas ese jugador que lo unía todo:
<<El juego de Edgaras –Ulanovas– es el que deben hacer todos. Él es la cara de todo el equipo. Su juego está creciendo estos años y comienza a acaparar la atención de los rivales, como Pangos o Davies. Debe estar preparado para ello>> 12 de Enero, después de la victoria ante Unicaja Málaga.
Sólo así entendemos la relevancia de un jugador que realmente nos deja tan fríos como el agua del Báltico. Parece que puede tirar mucho más y anotar (40’6% en tiros de tres, con 13/32), que puede rebotear mucho mejor (4’2 rebotes de media con picos de hasta 11 rebotes en un partido) y que debería ser capaz de asistir con más regularidad (2’29 asistencias por partido, repartió 7 ante el FC Barcelona). Precisamente por esa capacidad de brillar en todos los apartados según se de el partido creamos que lo puede aportar de forma regular.
Pero si lo pensamos tranquilamente, Ulanovas se ha convertido en ese tipo de jugador que hace a un equipo algo más serio. Más unido y cohesionado. Esto no va sólo de sudar en la pista sino de inteligencia. Hacerlo con sentido. A sus 26 años, Ulanovas es la primera piedra que puso Saras para éste Zalgiris que está peleando por quedar entre los cuatro mejores. Quizá derribe el muro que le aísla como un jugador de equipo a ser alguien más importante. Pero estoy seguro de que por Lituania están contentos con su perfil, incluida la selección nacional. Jugadores que siempre harán falta en un proyecto ganador. Aunque sea limpiando la labor de los artistas.
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