Año 2013. Nate Wolters miraba a la noche del draft de la NBA con la esperanza de caer elegido en una segunda ronda muy abierta. Sinceramente: se tendría que dar muy mal para que estando incluido en el tercer equipo All-American de Associated Press, se quedara fuera. Y es que ese había sido su año, maravillando en la NCAA, ganando la Summit League -liga de los Estados centrales-, siendo MVP… Siendo considerado el próximo héroe de culto. El nuevo base blanco que nos trajese de vuelta los años 90.
El resto del mundo miraba a otra parte, y desde aquellas fechas el mundo miraba donde lo hacía LeBron James. En su misma dirección o en la contraria, y en aquél entonces la contraria era Cleveland, huérfana. Europa miraba al draft con el ánimo de conocer dónde terminaba un espigado chico negro y griego cuyo nombre aún no teníamos ni puñetera idea de escribir.
Y en el fondo, muy en el fondo, todos echábamos de menos a John Stockton. Aquella nostalgia que despertaban los años ochenta daban lugar con el cambio de decenio a una nueva extrañeza. Aquellos noventa de Jordan contra los Jazz. Stockton robó el alma de aquellos niños que por entonces no contemplaban que el baloncesto, tal y como lo conocíamos, iba a cambiar.
Todos queríamos ese tipo de base: inteligente, cerebral, capaz de mover todo un equipo sin necesidad de un gran físico y con la capacidad de tiro del mejor alero. Si bien ese deseo no tenía ni por qué ser consciente, residía en el imaginario popular. Imaginemos pues en Minnesota o en Dakota del Sur. Aquella América blanca ávida de un nuevo referente que frenase aquél ímpetu negro y rapero en sus canchas de baloncesto.
En ese panorama que muchas veces tendemos a silenciar (¿recuerdan a Stern proponiendo reglas de conducta y decoro en las canchas? los 2000 trajeron pérdidas de espectadores y no era casual), Wolters emergía como alguien de verdad a tener en cuenta. En los Jackrabbits de South Dakota State conseguía llamar la atención a base de dirección y anotación a partes iguales. Tanto sobresalía aquél chico rubio que se publicaron artículos que le trataban como un auténtico héroe de culto futuro y le señalaban como alguien que llamaba mucho la atención para ser una región tan pequeña en cuanto a competición.
Larkin, Nedovic, McCallum, Erick Green, Timma, Deshaun Thomas, Lauvergne… El draft de 2013 puede ser uno de los menos prolíficos para la NBA, pero es quizá uno de los más importantes para la Euroleague de hoy: en ella Wolters se sitúa con fuerza como líder del nuevo Zalgiris de Saras Jasikevičius.
¿Cómo no continuó en la NBA alguien del que se hablaba así? Líder de la América blanca, base cerebral, su contacto con el mundo profesional, donde ya no sobresaldría de la misma manera tanto físicamente como por talento no dejaba de ser evidente. Pero si hay algo que le condenó fue su lesión en la mano izquierda justo en el momento en el que mejor se estaba desenvolviendo en la liga.
Febrero de 2014: Wolters firma 13,4 puntos de media, pero le añade hasta 7 rebotes y 5,2 asistencias por partido jugado mientras Giannis Antetokounmpo crecía a su lado. Eran muy buenos números, quizá indicativos de que tendría sitio en una NBA que, mirando bien al griego, igual cambiaba la dirección del juego. Pero en Milwaukee gustaba y mucho: “Naters gonna Nate” –juego de palabras con «los odiadiores a odiar» y su nombre- se hacía el emblema mientras el rubio lucía bien en parqué. Y se tuvo que lesionar en el peor momento. Westbrook, Curry, Giannis, LeBron. El baloncesto iba a ser otra cosa y él se quedaría encasillado en el típico base blanco que quedó en Ridnour o Hinrich.
Trade va, viaje viene, Nate terminaba volando a Europa para reencontrar su carrera, ser útil y demostrar que aquél base lucía con luz propia y no proyectado por la liga menor en la que se encontraba su Universidad.
Estrella Roja le contrató para una plantilla que quería mantener el nivel que un año antes tenían con Marjanovic. Sería su primera Euroleague escoltando a Jovic y su papel quedaría no sólo oscurecido por el serbio sino por una actuación mediocre del conjunto del equipo. Pero en él se vio alguien profesional y si me permiten la palabra: un especialista. Minutos de calidad en diversas funciones: defensivas, como tirador exterior o incluso cargando el rebote.
Eso debe ser lo que vio Saras Jasikevicius cuando contrataron este año al de Minnesota. Con las bajas de Pangos y Micic, Nate Wolters puede suplir el vacío que ambos dejan. Lo que no esperábamos es que Nate, una vez ha vuelto de una segunda y efímera etapa NBA en Utah que quizá haya centrado su punto de mira, iba a ser fundamental en este inicio de Zalgiris: 15’3 puntos de media, 5’3 asistencias y 3’8 rebotes para un Zalgiris que ya ha conseguido ganar en Estambul a Anadolu Efes, en Atenas a Panathinaikos y poner las cosas difíciles a Fenerbahçe.
Ante el Real Madrid, Wolters no sólo tendrá una buena oportunidad de reivindicarse como el director de juego al que un día apuntó, sino de conseguir la primera victoria en Kaunas ante uno de los rivales favoritos de su entrenador. El que le ha dado las riendas de la mayor sorpresa de 2018.
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