No miento si digo que tenía mucho mono de volver al Palacio. Desde el pasado 17 de junio, el día del triple de Carroll que colocó el 2-0 en la final, no había baloncesto de clubs en Goya y esas ganas de volver se notaron en los más de 12.000 espectadores de media que acudieron a ver la Supercopa.
El fin de semana nos dejó grandes partidos, la vuelta de una leyenda blanca como Louis Bullock a Madrid y un nuevo título para el Real Madrid, el número 18 desde que Laso es entrenador. Y por si todo esto fuera poco, el regreso a la capital de Nikola Mirotic, que en estos dos días ha estado más tiempo en el Palacio que en los último cinco años juntos. Desde su salida en 2014 el hispano-montenegrino únicamente acudió a un partido del que era su equipo (en junio de 2015). Y como ya saben que la hemeroteca y Twitter han dejado en evidencia lo dicho por el exjugador blanco hace años y lo que hizo en verano yéndose al Barça, el ejemplo de otro canterano como Luka Doncic (que a la mínima que el calendario NBA se lo permitió se plantó en Madrid) acentúa más aún la diferencia entre ambos.
Desde que se conoció el fichaje de Mirotic por el Barça, un buen amigo mío y yo hemos pasado parte del verano intentando convencernos mutuamente de lo que opinamos sobre el tema. Él cree que el jugador hizo lo mejor para su familia y su futuro y no le tiene más rencor que el meramente deportivo. Yo, comprándole esa parte, respondía que había muchos equipos a los que se podría haber ido y que su marcha al eterno rival me dolía especialmente por ser durante años referente de la cantera, esperanza blanca y uno de los ojitos derechos de la afición. Como podéis adivinar, ayer tras la final el debate volvió a salir por enésima vez y me da que es algo que ocurrirá cada vez que Mirotic venga al Palacio de blaugrana.
A estas alturas todos sabemos cómo recibió el público de Madrid a Mirotic: silbidos cada vez que tocaba el balón (por primera vez desde 2012 Tomic pasó desapercibido), insultos variados, cánticos incluyendo la palabra ‘rata’ e incluso una pancarta de un aficionado a poca distancia del banquillo culé que fue rápidamente retirada por la seguridad.
Aquí llegamos al punto clave del título de este artículo de opinión. Inocente de mí, pensaba que lo recogido en el anterior párrafo entraba dentro de lo que el propio jugador esperaba. Lo que no imaginaba es que desde ayer diversos medios se apuntaran a dar lecciones de moral (una vez más) al aficionado blanco sobre cómo reaccionar o actuar.
Desde anoche he leído crónicas del partido que parecían escritas desde la guerra de los Balcanes, otros comentando que el fichaje de Tomic por el Barça era más ofensivo para el madridismo que el de Mirotic y que el ambiente en su recibimiento «futbolizaba el baloncesto» y mucha sorpresa en Barcelona y Vitoria por cómo celebraron los jugadores y el público la Supercopa.
Quizá lo más llamativo es lo último. A partir de ahora el madridismo va a tener que esperar a que opinen periodistas o tuiteros para saber cómo celebrar títulos. Frases como «cuanto más pienso en la final de ayer y en la exagerada celebración por parte de los campeones de la Supercopa más me parece que ganó el que perdió el partido», que son el colmo de lo absurdo, anticipan una temporada divertida en la pista y en las redes sociales.
Leyendo según qué cosas desde que acabó el partido, la conclusión final sería que el madridismo tiene que celebrar la Supercopa porque es el único título que se ganará este año ante el equipazo que tiene el Barcelona (esto va sin ironía) pero tampoco muy alto ni muy fuerte porque a algunos les parece exagerado.
Foto portada: ACB PHOTO.
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